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III.
Pongo el oído al corazón y apenas
siento sonar la lira, la que antaño
pulsada fue para mi bien y daño
por manos rudas o manos serenas.
Esas manos y voz me son ajenas
y al tocar el cristal su luz empaño.
Tiene otro rostro amor y el desengaño:
sonrío de mi mismo y de mis penas.
Todos aquellos males y quebrantos
aquella soledad y desconsuelo
que eternos parecían y que no han sido,
aquellas alegrías y aquellos cantos
luz sin estrella son en mi desvelo
beneficios del tiempo y del olvido.
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Año Nuevo 2/I/99
Quiero esquivar la flecha del recuerdo
con el infame escudo del olvido
y otra vez el corazón muerdo y remuerdo
y el amor lo traspasa ya transido.
Una canción, un verso y su aroma
desafían en mi alma tu presencia
un vuelo curvo y blanco de paloma
disuelve el maleficio de tu ausencia.
Y lloro entre la noche por tus besos,
sueño contigo y con el alba muero
de esta pasión que espera y desespera
y así memoria y el olvido presos
no te puedo olvidar porque no quiero
y te amo sin querer aunque no quiera.
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Sierra Madre 19/VIII/97
Aquí a tus pies un lirio mas del monte
que su perfume exhala en homenaje
a la ciclopea talla en tu paisaje
que maternal erige el horizonte.
Aquí fugaz, efímero y mortal
yo te contemplo en frágil ministerios
por descifrar la incógnita y misterio
de nuestro transito de amor fatal.
Y me pregunto así, porque el destino
de nuestra condición, que muerte alterna
con el amor feliz y el desatino,
mientras tu permaneces sempiterna
ante el dolor ya cruel de nuestro sino,
inmarcesible, incólume y eterna.
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